Humus (2018)
Humus fue una exposición que imaginé como un ambiente. No un conjunto de obras aisladas, sino una red de materiales, procesos y pensamientos en permanente transformación. El punto de partida fue el humus mismo: esa tierra fértil que se forma a partir de la descomposición orgánica, y que da vida al suelo. Me interesaba trabajar con esa lógica: contaminar medios, mezclar escalas, dejar que las ideas se descompusieran y volvieran a generar sentido.
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El proyecto tomó cuerpo en cuatro escenas dispuestas en el MAVI: La Playa, La Sala de las Miniaturas, Las Hojas de los Cuadernos y La Sala de la Medusa. Cada una proponía una forma de entrar en contacto con los procesos creativos, entendidos como ciclos que no siempre culminan en una obra cerrada, sino que a veces se quedan en el ensayo, el intento, el error, o la deriva.
En La Playa instalé una estructura irregular cubierta de arena con objetos de cerámica —vasos, cuencos, recipientes con agua— y una proyección sin narración que sumergía el espacio en una atmósfera sonora y visual flotante. Pensé ese lugar como un umbral sensorial, donde el visitante pudiera “acomodarse” al paisaje y dejarse afectar por lo no evidente.
En La Sala de las Miniaturas, monté una serie de maquetas realizadas en el taller. Son obras que ensayan formas, organizan ideas, permiten experimentar directamente con las manos. Muchas funcionan como los primeros levantamientos de proyectos anteriores, como mapas mentales o como vestigios de procesos en curso.
Las Hojas de los Cuadernos fueron transformadas en una gran pizarra de doble cara. Allí, anotaciones, dibujos y fragmentos de textos fueron desmembrados y recombinados una y otra vez en el plano. Me interesa trabajar desde el cuaderno como territorio de pensamiento sin jerarquías, donde conviven lo doméstico, lo artístico, lo teórico y lo sensible.
Finalmente, en La Sala de la Medusa, una escultura blanda de arcilla cruda hecha a partir del molde de mi cabeza y telas colgantes extendía su cuerpo tentacular en el espacio. Dispuesta enfrente de un gran papel mural con anotaciones superpuestas de las hojas de mis cuadernos, me interesaba hacer aparecer la figura de la medusa como un órgano pensante, una forma pre-verbal que se comunica con su entorno desde el movimiento, la vibración, el contacto.
Humus fue también una forma de pensar la exposición como proceso de aprendizaje, como pedagogía expandida. La lógica del humus —contagio, mezcla, disolución— se opone a la rigidez del museo tradicional, y en ese sentido la muestra buscaba abrirse a una ecología crítica: una práctica artística porosa, que incorpora residuos, errores y materiales vivos como parte de su política.
Más que una retrospectiva o una instalación cerrada, Humus fue una apuesta por el trabajo en tránsito, por las formas larvarias del pensamiento, por un arte que se acomoda, se repliega y vuelve a emerger en otros contextos.

